RUTA CENTRAL Y SUR. SMY «ONDINA»

BUCEANDO EN EL ARCHIPIÉLAGO CON MAYOR BIODIVERSIDAD DEL PLANETA

Las islas Raja Ampat (“Los cuatro Reyes”) comprenden un archipiélago de Indonesia localizado al noroeste de la gran península de Doberai (o Cabeza de Pájaro, Bird’s Head Peninsula, nombre que viene dado por su forma) que comprende todo el noroeste de la costa de la isla de Nueva Guinea y cuyo extremo final está constituido por la isla Salawati. El nombre de Raja Ampat alude a una leyenda local que cuenta que una mujer se encontró siete huevos y cuatro de ellos, al eclosionar, se convirtieron en cuatro reyes que ocuparon las cuatro islas más grandes del archipiélago (Misool, Salawati, Batanta y Waigeo). Los otros tres huevos se convirtieron en un fantasma, una mujer y una piedra.

Históricamente, Raja Ampat formó parte del sultanato de Tidore, un reino muy influyente que tenía su centro en la isla de Tidore, en las Molucas, pero que extendió su influencia hasta este lugar de Papúa Occidental. En la época precolonial, Tidore se constituyó en un importante centro político y económico local dominado por sus sultanes. En el siglo XVI los portugueses descubrieron Raja Ampat. En 1545, Yñigo Ortiz de Retes nombró a estos territorios Nueva Guinea y los reclamó en nombre del rey de España y se estableció una alianza con los españoles para contrarrestar el poder de los holandeses. Pero en 1663 los españoles se retiraron de la zona y Tidore se convirtió en un reino independiente, resistiendo también los intentos de control directo por parte de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales.

A pesar de las frecuentes intervenciones por parte de Holanda, Tidore continuó siendo un reino independiente hasta final del siglo XVIII. Los holandeses junto con los ingleses estuvieron interesados durante mucho tiempo en las materias primas de Irian Jaya: nuez moscada, corteza de massio, trepang (pepinos de mar secos), caparazones de tortugas, perlas, aves del paraíso, pieles y esclavos. Los ingleses finalmente proclamaron un Protectorado al Este en 1884 y los holandeses en cambio, dos puestos permanentes al Oeste en 1899. Las fronteras definitivas fueron establecidas entre 1895 y 1910. En la Segunda Guerra Mundial, Nueva Guinea apareció en el mapa de la historia occidental, siendo un fuerte contrincante para las fuerzas japonesas y aliadas. Al finalizar la guerra, los holandeses se hicieron con los territorios indonesios. En 1949, Indonesia finalmente alcanzó su independencia.

En el año 1963, la mitad occidental de la isla de Papúa Nueva Guinea fue anexionada por los indonesios lo cual creó serios conflictos con la población de Papúa que vieron en Indonesia un invasor de su territorio.

Hoy en día, administrativamente, el archipiélago de Raja Ampat pertenece a la provincia de Papúa Occidental, llamada hasta febrero del 2007 Irian Jaya Occidental. Raja Ampat forma un “kabupaten” o regencia de la provincia de Papúa Occidental, cuyo «principal lugar» es Sorong, puerta de entrada también por vía aérea. Se separó de la provincia de Papua en 2003 y el archipiélago luego ganó su estado actual. El censo de 2001 mostró una población de 47.771 personas. La ocupación principal de la gente de esta área es la pesca ya que la zona está dominada por el mar. Viven en pequeñas colonias de tribus y poseen una cultura tradicional fuertemente arraigada, lo cual no impide que sean muy acogedores con los visitantes. La mayoría de la población es musulmana aunque existen algunos cristianos.

El archipiélago de Raja Ampat está formado por cuatro islas principales, las antes aludidas (Misool, Salawati, Batanta y Waigeo), así como otros 1.500 pequeños islotes (muchos de ellos montañosos y entre el que destaca la isla de Kofiau), cayos y bancos de arena. La superficie total del archipiélago es de 46.000 km².

Raja Ampat es uno de los ecosistemas submarinos más diversos del planeta, un santuario único en el mundo en cuanto a flora y fauna marina ya que el archipiélago se sitúa en el límite occidental del océano Pacífico y, a su altura, se encuentran las aguas de los océanos Pacífico e Índico, lo que da lugar a una fuerte corriente y grandes mareas. Esta riqueza nutritiva atrae a sus aguas a mantas rayas, tiburones, cachalotes, delfines, dugongos, tortugas y todo tipo de cardúmenes de peces grandes. Se ha determinado por el organismo Conservation International que aquí se encuentra la más rica concentración de corales del mundo y una gran cantidad de nudibranquios en un ecosistema de una increíble diversidad. Debido a estos potentes recursos naturales oceánicos, Raja Ampat está considerado como uno de los diez principales lugares del mundo para el buceo y el número uno del ránking en cuanto a la vida marina más alta registrada en la Tierra según el citado organismo. En el denominado “Triángulo del Coral”, el corazón de la biodiversidad de los arrecifes de todo el mundo (formado por Indonesia, Malasia, Filipinas, Papúa Nueva Guinea, Islas Salomón y Timor Oriental), Raja Ampat ocupa el primer lugar.

La mayoría de sus islas descansan sobre la plataforma continental de Sahul y también contiene el mayor parque nacional marino de Indonesia, el Parque Nacional Marítimo del Golfo de Cenderawasih, cuya superficie total (terrestre y marina) es de aproximadamente 40.000 km².

Dado lo remoto que se haya el archipiélago de Raja Ampat y la poca ocupación humana que existe, hace que el ecosistema coralino de los arrecifes no esté en peligro como ocurre en otros lugares del mundo.

La vida marina aquí es asombrosa. En total, se registran en Raja Ampat un total de 1.459 especies de peces, 537 de coral (recoge el 96% de toda la “scleractinia” o coral duro de Indonesia y un 75% de todos los corales del mundo) y 699 de moluscos.

En esta ocasión va a ser una drift dive, una inmersión a la deriva, aprovechando la subida de la marea, a lo largo de un muro profundísimo cubierto de corales blandos, gorgonias gigantes y esponjas barril salpicadas de crinoideos.

Una vez cambiados, los buceadores van descendiendo por las escaleras reales para embarcar en las dos semirrígidas que les transportan planeando hasta el punto de buceo. Nuestro equipo ya está colocado en las zodiacs; sólo nos tenemos que preocupar de coger la máscara, las aletas y la cámara si la llevamos. Tras saltar, la corriente arrastra suavemente a los buceadores a lo largo de un muro colorido, con destellos de miríadas de pececillos diminutos que nadan al unísono frente a la pared y echando frecuentes miradas al azul para ver pasar esos grupos de atunes, fusileros azules y amarillos y algún que otro tiburón vigilante. Las dos lanchas han seguido el recorrido de los buceadores por la superficie y los va recogiendo conforme van asomando a la superficie. De vuelta al barco, frente a un copioso desayuno, se comenta la inmersión: para algunos, el espectáculo de la manta con los carángidos picoteando los parásitos de su vientre ha sido el punto álgido; para otros, ha sido más emocionante el encuentro con los tiburones que se han acercado lo suficiente como para ser fotografiados.

Después de desayunar, los fotógrafos se vuelcan en la tarea de preparar las cámaras para la siguiente inmersión; la gente repasa sus equipos, recoge sus baterías de la estación de carga, ensambla sus cámaras y se reúne con los demás para entregarse a un perezoso baño de sol en las hamacas del solarium o simplemente leer o dormitar a la sombra del toldo, en los bancos de proa.

A media mañana, la campana suena de nuevo: es hora de bucear otra vez. A petición de los clientes, se va a repetir la misma inmersión, pero esta vez sin corriente y a menor profundidad. Aprovechando la pleamar, se va a saltar cuando la deriva es ya flojísima, permitiendo a los fotógrafos trabajar en las múltiples cuevas y techos que han localizado durante la primera inmersión. Tras ultimar los detalles de la organización, el ritual de cambiarse se repite y las dos zodiacs pronto dibujan sendas estelas paralelas que se alejan del barco. Al volver de la inmersión, el barco espera ya con el rumor del motor en marcha. En cuanto regresa la última zodiac, se levan anclas y se pone rumbo a una pequeña isla cercana. El mar está en calma y los buceadores deciden comer al aire libre en la mesa de afuera, bajo el toldo de lona blanca. Al llegar al café, la goleta SMY Ondina ha llegado ya a su destino y recoge uno de sus propios amarres instalado con anterioridad. Es la hora de la siesta y todos encuentran su lugar para descansar: algunos en las tumbonas del solarium, otros prefieren el aire acondicionado de los camarotes y los demás caen exhaustos en el comedor tras hojear las múltiples guías de peces e invertebrados disponibles en la librería de a bordo.

Al rato, suena la llamada a la siguiente inmersión. En la Ondina tenemos una frase que dice: si tienes la cabeza mojada es hora de comer y si tienes la cabeza seca es hora de bucear: ¡¡y funciona!! En esta tercera inmersión podremos encontrar un grupo de pináculos a poca profundidad profusamente decorados. Los nudibranquios son muy abundantes aquí y varios componentes del grupo encuentran alguna de estas magníficas criaturas a lo largo de esta plácida inmersión. Otros ven además una raya águila, tortugas y un par de tiburones de puntas negras.

Tras regresar al barco, la gente deja sus equipos y es embarcada de nuevo en las lanchas para ir a dar un paseo por la playa de arena blanca y a visitar el pequeño poblado de pescadores establecido entre los cocoteros. Los nativos ofrecen sonrientes unas cuantas langostas que constituirán la cena de esta noche, a cambio de algunas vituallas, tabaco, refrescos y chocolate. Les compramos algunos preciosos batiks para regalar a la vuelta a nuestro país y de paso les demostramos las ventajas de recibir buceadores en su zona gracias a conservar sus arrecifes. En el camino de vuelta al barco, el monzón va levantando una ligera brisa. Hoy no se hará inmersión nocturna; esta noche se navegará un buen trecho para alcanzar uno de los archipiélagos más interesantes mañana al amanecer.

El sol desaparece ya tras el horizonte. Es una hora especial por la calma que se respira.  En concreto, el atardecer de hoy es espectacular: todos sus colores se reflejan en la superficie. Los fotógrafos con sus cámaras en las manos intentan captar la explosión de color; el resto de los clientes simplemente se quedan contemplando absortos. Creo que todos pensamos lo mismo: “Indonesia es mucho más de lo que nunca hubiéramos imaginado”.

Después de cenar se comentan los encuentros subacuáticos del día: las fotos de la manta han salido bien, así como las de aquel atún gigantesco y el cardumen de barracudas a contraluz. Para los que están haciendo el curso de Fotografía Submarina es un momento ideal para impartir una clase de teoría así como de comentar las fotografías tomadas durante el día y de resolver dudas y cuestiones.

Mientras, los demás cogen una bebida y se van instalando cómodamente en proa sentados alrededor de la mesa. Unos se acomodan en las hamacas para dejarse balancear por el suave vaivén de la navegación y otros suben a la cubierta superior. El firmamento está plagado de estrellas, la tripulación se da cuenta y apaga todas las luces del barco para que podamos admirarlo y se hace la magia: ¿has visto la cruz del sur?

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Goleta SMY Ondina

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