COMBINADO ENTRE ISLAS

EL MEJOR VIAJE DEL MUNDO CON UN BUCEO DE EXCELENCIA

Si se dispone de tiempo suficiente, realizar un combinado de islas en Polinesia es una muy buena opción para bucear en lugares diversos y singulares. Las posibilidades son numerosas aunque cualquiera que escojamos no defraudará. Con el programa Inter-island Gold Pass, podemos planificar un viaje “a la carta” visitando distintas islas de un mismo atolón o de diferentes archipiélagos. Aspasia Dive te puede asesorar sobre un “buceo de excelencia” completo en Polinesia. Quizás, el mejor viaje del mundo.

Todo el año

A determinar

Desde 1 pers.

Precio desde

Consultar

Ver vídeo acerca de este viaje

LA POLINESIA FRANCESA

La Polinesia Francesa (en francés Polynésie Française; en tahitiano Porinetia Farani) es una colectividad de ultramar francesa localizada al sur del océano Pacífico. Está compuesta de varios grupos de islas, siendo Tahití, en las Islas de la Sociedad, la más famosa y poblada de ellas. Papeete, la capital y la localidad más grande, se localiza en esta isla. La Polinesia francesa se compone de cinco archipiélagos que conforman cinco divisiones administrativas. Cada una de ellas ofrece paisajes radicalmente diferentes:

Islas Marquesas. A 1.500 km de Tahití, el archipiélago de las Marquesas (Nuku Hiva, Hiva Oa, etc.), ubicado muy cerca del ecuador, está formado por un grupo de islas altas de tipo volcánico, sin laguna ni gran arrecife coralino. Las Marquesas, llamadas también Enua Enata (“Tierra de hombres»), ofrecen pocas playas pero, por el contrario, paisajes grandiosos donde los cerdos, cabras, ovejas, caballos salvajes galopan libremente.

Islas de la Sociedad. Al oeste, el archipiélago de la Sociedad, comprende las islas de Barlovento (Tahití, la mayor de las islas polinesias, con Papeete como capital administrativa, Moorea, etc.) y las islas de Sotavento (Raiatea, Tahaa, Huahine, Bora-Bora, Maupiti, etc.). Está formado por islas altas rodeadas por un arrecife de coral y una laguna que bordea la costa. Es la región más grande y poblada del territorio.

Archipiélago de las Tuamotu. Ubicado a 300 km al noreste de Tahití, el archipiélago de Tuamotu está compuesto exclusivamente por islas bajas de origen coralino llamadas atolones, vastas franjas circulares de arena cubiertas de cocoteros y delimitando una laguna interior con agua turquesa.

Gambier. El Archipiélago de Gambier situado en el extremo oriental del territorio, aproximadamente a 1.600 km de Tahití, consta de una inmensa laguna protegida por un arrecife de coral y salpicada por una decena de islas altas, restos de un enorme cráter ahora sumergido. El turismo aún está muy poco desarrollado allí, al igual que en las islas Australes.

Islas Australes. El archipiélago de las Australes (Tubuai, Rurutu, etc.), ubicado en el extremo sur, está conformado por 7 islas altas bordeadas por una laguna y un arrecife. Estos volcanes antiguos con suaves relieves y con clima subtropical son adecuados para la horticultura. Las islas Australes son el lugar de encuentro de las ballenas jorobadas que se congregan allí todos los años de julio a octubre.

Las islas de la Polinesia Francesa suman un total de 4.167 km² (de los que 3.265 km² corresponden a islas habitadas) y se encuentran esparcidas sobre 2.500.000 km² de océano, una superficie equivalente a Europa. Está compuesta por varios grupos de islas de origen volcánico o coralino, situadas en un área de alta actividad sísmica. La isla más grande es Tahití. En total, la Polinesia Francesa cuenta con un total de 118 islas de origen volcánico o coralíneo, de las cuales, Tahití, ubicada en las islas de la Sociedad, es la más famosa y la que tiene más habitantes de todas. Papeete, la capital y la localidad más poblada, se localiza en esta isla.

De acuerdo con el censo de 2002, la población total del territorio era de 245.405 habitantes, el 83% de los cuales es de origen polinesio, el 12% caucásico y el 5% asiático. Ese mismo año, el 69% del total de la población de la Polinesia Francesa vivía en la isla de Tahití. El área urbana de Papeete, la ciudad capital, contaba con 127.635 habitantes.

El clima de estas islas es de tipo tropical, soleado y muy agradable ya que está atemperado por los vientos alisios. En realidad, solo existen 2 estaciones: de noviembre a abril cuando el clima es caluroso y húmedo y de mayo a octubre con un clima fresco y seco.

EL EDÉN DE LOS MARES DEL SUR

Una cultura viva, una hospitalidad legendaria, un pueblo alegre, una naturaleza generosa y muy preservada, unos fondos marinos de una riqueza y esplendor sin igual, unas especialidades culinarias y una infraestructura hotelera con algunos de los establecimientos más bellos del mundo hacen de la Polinesia Francesa, el edén de los mares del sur.

EL BUCEO EN POLINESIA

Existen tres principales entornos marinos que se pueden explorar en Polinesia: las lagunas, las laderas oceánicas de los arrecifes y los pasos entre los arrecifes. Excepto en las Marquesas, en las que apenas hay arrecifes, las islas altas como Tahití, Moorea, Huahine y Bora Bora están rodeadas de lagunas que alcanzan una profundidad media de 30 m. Todos los atolones de las Tuamotu, junto con los atolones de Maupiti y Tetiaroa, forman una gran laguna central encerrada por un arrecife de coral. Estas lagunas, protegidas de las olas por sus arrecifes, son fácilmente accesibles desde la costa o en pequeñas embarcaciones. Sus aguas son la morada de una gran variedad de esponjas, ostras y conchas, mientras que sus pináculos de coral proporcionan un hábitat natural para especies de peces como el angelote, el pez loro, las castañuelas, el pez mariposa, los peces soldado, los emperadores de nariz larga y el mero. En estas islas se encuentra un buceo de primer orden. Son famosas sus inmersiones en los canales entre atolones con unas corrientes fuertes, pero que nos ofrecerán encuentros inolvidables: cientos de tiburones grises, puntas blancas, puntas negras, puntas plateadas, nodrizas, mantas …Las inmersiones de arrecife nos permitirán contemplar paisajes coralinos impecables, con cientos de peces de colores y las especies que tanto le gustan a los fotógrafos: nudibranquios, peces hoja, gobios …

EL ARCHIPIÉLAGO DE LA SOCIEDAD

El archipiélago de La Sociedad, formado por dos grupos (Barlovento y Sotavento), es donde se encuentran las islas más conocidas y de más fácil acceso. Tahiti, Moorea y Bora Bora, las tres con el clásico relieve de una isla volcánica central rodeada por un arrecife a cierta distancia de la costa. Son las tres islas más visitadas.  Huaine, Raiatea y Tahaa tienen geografía similar pero menos turistas. Son aptas para vacaciones más reposadas. Maupiti no tiene hoteles de turismo y atrae al visitante aventurero. Tetiaroa, en cambio, es un atolón: anillo coralino que apenas emerge por sobre la superficie del mar.

LA ISLA DE TAHITÍ

Tahití es la isla más grande de la Polinesia Francesa, se localiza en las islas de las Sociedad y forma parte del grupo de las Islas de Barlovento. Históricamente fue llamada Otaheite y antiguamente, en España, se conocía como la Isla de Manuel de Amat y Junyent. Esta isla elevada y montañosa, de origen volcánico y coronada por majestuosos picos en forma de círculo, está rodeada por un arrecife de coral y consiste principalmente en dos porciones de tierra conectadas por el istmo de Taravao; presenta la figura de un «8». Está dividida en Tahití Nui o Gran Tahití (la sección más grande, de forma circular y ubicada al noroeste) y Tahití Iti o Pequeña Tahití (la península situada al sureste). En total el territorio comprende unos 1.042 km² y su punto más alto es el monte Orohena (2.241 m.), acompañado de las famosas siluetas del Aorai (2.066 m.), la Diadème (1321 m.), nombre dado por Dumont d’Urville, y el monte Marau (1.493 m.). Con playas de arena negra, lagunas, cascadas y dos volcanes extintos, es un destino ideal para bucear. La exploró el capitán James Cook en el siglo XVIII y fue pintada por el artista francés Paul Gauguin. Con demasiada frecuencia es considerada por los viajeros como una simple isla de tránsito antes de un viaje por las islas. Pero Tahití tiene, sin embargo, muchos atractivos y encantará al visitante curioso que le llevará tiempo descubrirla.

La capital, Papeete, ubicada en la costa noroeste, ofrece un puerto protegido por arrecifes. La ciudad, corazón político y económico del país, se extiende sobre la estrecha franja costera y las laderas de las montañas del norte y oeste de la isla, colonizada por numerosas residencias. La mayor parte de la población de la isla vive cerca de la costa, por lo que el interior prácticamente no ha cambiado desde hace siglos, pese a la proximidad con Papeete, la bulliciosa capital. Papeete, que significa “Cesta de agua”, era antaño un lugar de reunión donde los tahitianos veían a llenar sus calabazas con agua fresca. En la actualidad, Papeete, el centro neurálgico del territorio.

Tahití también es conocida por su sentido de la hospitalidad y un ambiente deliciosamente relajado en el que el visitante se funde con deleite. En efecto, la bienvenida espontánea, sincera y florida de los tahitianos es difícil de igualar. Aquí, nunca faltan las sonrisas y la gente a menudo está dispuesta a compartir un consejo, un servicio o una anécdota, haciendo que el visitante se sienta de inmediato a gusto con este ritmo de vida insular.

El interior montañoso de Tahití ofrece encantadores paseos por los salvajes valles de sombras y luces, por arroyos de aguas cristalinas, imponentes cascadas y misteriosas cuevas y sitios arqueológicos llenos de leyendas. El alto valle del Papenoo que conduce al Col de la Maroto, el lago del cráter de Vaihiria, la reserva natural de Fenua o los acantilados costeros de Pari en la península, sorprenderán a todos los visitantes y amantes de la naturaleza salvaje y pura.

El litoral rocoso de la costa este de Tahití esconde espectaculares paisajes pero también largas playas de arena negra de origen basáltico barridas por olas aptas para la práctica del surf. El sinuoso camino discurre junto a suntuosos jardines adornados con setos de hibiscos, de auti (cordylines), buganvillas o aves del paraíso, a veces bajo la sombra de majestuosos árboles del pan, cuyos frutos (uru) estuvieron presentes en la historia de los amotinados del Bounty.

Tahití … la definición misma del paraíso.

EL BUCEO EN TAHITÍ

El lagoon y las aguas del océano que rodean la isla de Tahití nos ofrecen un inicial descubrimiento de las aguas cálidas y llenas de vida marina de Polinesia, con atracciones submarinas espectaculares. La gran variedad de puntos de buceo, especialmente en las costas este y oeste de la isla, nos llevarán a descubrir una increíble biodiversidad y una abundante fauna que va desde los coloreados nudibranquios hasta el tiburón limón, pasando por los bancos de carángidos, los vuelos de las rayas leopardo, las tortugas, lábridos, delfines, y ballenas jorobadas (en estación).

Todo ello en distintos tipos de inmersiones: jardines de coral, pecios, caídas escarpadas cubiertas con abanicos de coral … Tahití es también el lugar ideal para iniciarse en el buceo gracias a sus lugares perfectamente adaptados como “L’aquarium” o “Les épaves”.

El centro de buceo TOPDIVE Tahiti tiene una ubicación ideal en el corazón de la isla y, en concreto, en el Intercontinental Tahiti Resort. Desde aquí, tenemos un fácil acceso a 12 puntos de buceo maravillosos ubicados en las costas oeste y este de la isla.

LA ISLA DE MOOREA

Moorea es la isla de más fácil acceso desde Tahiti. Apenas 18 km. de mar las separan y un vuelo de 10 minutos. Es una de las islas de mayor belleza escénica y vale la pena recorrerla. Un camino pavimentado circunda la costa (60 km.). Se trata de una isla volcánica del archipiélago de la Sociedad y, a veces, es denominada como “la isla hermana” de Tahití. El nombre de Moorea significa ‘lagarto dorado’. Una leyenda explica que un lagarto gigante partió con la cola las dos bahías al norte. Estas bahías son las de Opunohu y la de Cook o Paopao. Curiosamente James Cook en 1777, ancló en la bahía de Opunohu y no a la de Paopao. El mirador de Belvedere (o Roto Nui) es un punto de atracción con espléndidas vistas a las dos bahías.

EL BUCEO EN MOOREA

Famosa por sus aguas cálidas y cristalinas, Moorea nos sorprenderá con su abundante festival de colores que comprende todo tipo de peces tropicales. Ofrece maravillosas inmersiones donde el tiburón limón es el principal atractivo de la isla, además de tortugas, pelágicos, morenas, meros, bancos de peces de arrecife, cirujanos, ballestas y ballenas jorobadas (estación de julio a octubre). Varios puntos de buceo muy interesantes en el lagoon y el océano, con profundidades de 1 a 49 m. Destacan cuatro tipos de tiburones: el tiburón de puntas negras, el de puntas blancas, el gris de arrecife y el limón. Ninguno representa peligro ya que todos son de naturaleza tímida.

LA ISLA DE TETIAROA

Hay algunos lugares que se pueden sentir. Hechizan al visitante de inmediato. Es el caso de Tetiaroa. Verdadera joya natural de Polinesia, el atolón de Tetiaroa es un lugar único y exclusivo en el mundo. Situado justo al norte de la isla de Tahití, en el archipiélago de la Sociedad y en las islas de Barlovento, Tetiaroa es una de las pocas islas atolónicas de este archipiélago y, debido a un programa de conservación y protección de las especies marinas, es un santuario de biodiversidad de todo el Pacífico Sur.

Santuario para aves, tortugas y todo tipo de especies marinas, Tetiaroa es venerada por los tahitianos que la consideran un lugar sagrado. Tan sagrado que antaño este atolón con playas de arena blanca y cocoteros era el lugar de vacaciones reservado para la realeza tahitiana. En sus aguas encontraremos multitud de peces de arrecife (ballestas, loros, cirujanos), hermosos jardines de coral así como pelágicos: puntas blancas, grises de arrecife, rayas águila, rayas leopardo, tortugas, atunes dientes de perro, etc. Nuestro centro de buceo Top Dive se encuentra en el prestigioso hotel The Brando, un complejo de lujo con una visión ecológica del turismo.

Tetiaroa alberga una de las colonias de aves más destacadas de Polinesia, con el charrán blanco, el alcatraz pardo, la fragata, el rabijunco común, el petrel y, sobre todo, con la única colonia de charrán piquigualdo conocida en las islas de Barlovento. Las aves acuden a reproducirse en este oasis de paz inhabitado y su entorno debe ser preservado de todas las formas posibles. Entre sus islotes, Tahuna Iti, “La isla de las aves”, es una reserva nacional para aves marinas.

BORA BORA

Bora Bora, o Porapora (o Popora) en su origen, significa “la primera en nacer”: emergió de las aguas del Pacífico hace más de 3 millones de años, siendo la segunda isla más antigua de Polinesia, sólo superada por Raiatea. Su nombre suena como una promesa: la del descubrimiento del paraíso terrestre con el que se asocia a la más conocida de las islas polinesias y que encarna la isla paradisíaca por excelencia. Hay que reconocer que, tanto su silueta como el lagoon de Bora Bora son de una belleza insolente, casi sobrenatural, ejerciendo una atracción casi mística.

Conocida con el sobrenombre de “la perla de Polinesia” que le otorgó el capitán Cook cuando la descubrió allá por 1769, está ubicada en uno de los lagoons más bellos del mundo. Bora Bora es un volcán que se alza sobre el lagoon y que muestra infinitos matices de azules, del más traslúcido al más profundo, desde el aguamarina, lapislázuli, turquesa y jade hasta el índigo: uno de los espectáculos más fascinantes que uno pueda imaginar de una embriagadora belleza, sólo superada por la gentileza y amabilidad de su gente. Los inmensos motus (islas coralinas) con playas de arena blanca e hileras de cocoteros rodean la laguna esmeralda poblada por multitud de especies marinas y corales de coloridos mágicos. La armonía del lugar es perfecta.

Situada al noroeste de Tahití y a 45 minutos de vuelo (el aeropuerto se localiza en el motu Mute, a unos 30 minutos en barca del pueblo principal de Vaitape), tiene una extensión de 259 km. Los principales hoteles de la isla están situados sobre los motus alrededor de la isla principal. Su silueta frente al horizonte se compone de tres montes, de los cuales el más elevado, el monte Otemanu, consta de 727 m. y rivaliza con la cúspide Pahia de 619 m; estos dos picos son las alturas que han sobrevivido del antiguo volcán. La isla principal de Bora Bora mide 10 km. de largo y 4 de ancho y dispone de una carretera parcialmente pavimentada de unos 29 km., lo que hace fácil y divertido explorarla, pasando por los coloridos pueblos como Vaitape, Faanui y Anau. Podemos detenernos y visitar los templos de piedra (marae) y ver los antiguos búnkers del ejército y los cañones de la Segunda Guerra Mundial, cuando 5.000 americanos hicieron su “invasión amistosa” de Bora Bora.

EL BUCEO EN BORA BORA

Aquí descubriremos lugares de buceo de una gran diversidad y un maravilloso mundo submarino, incluso dentro del lagoon, donde las mantarrayas y rayas leopardo vienen para ser limpiadas sobre el mítico punto de Anau, uno de los pocos lugares del mundo donde podemos bucear durante todo el año con estas majestuosas especies y en cuya pared exterior del arrecife encontraremos una variada y rica fauna. Para los más experimentados están las increíbles inmersiones en el arrecife exterior, donde nos encontraremos con una gran variedad de tiburones, entre ellos, el limón, el de puntas negras y grises.

LA ISLA DE HUAHINE

La isla de Huahine nos hechiza nada más llegar. A sólo 40 minutos en avión de Tahití, Huahine es la isla de Sotavento más cercana a la capital (175 km.) y la que se encuentra entre las más vírgenes del archipiélago.

Destaca por sus bosques exuberantes, sus paisajes preservados y sus pueblos singulares. Es uno de los secretos mejor guardados de las Islas de la Sociedad, un lugar donde se puede vivir como los propios habitantes.

La isla se divide en dos partes (Huahine Nui y Huahine Iti) separadas por un estrecho canal. El pueblo principal, Fare, recibe barcos desde Tahití. Algunas tiendas, restaurantes y bares se encuentran alrededor del muelle.

En los alrededores de la isla, se encuentran muchas pequeñas playas de arena blanca bordeadas por una exuberante vegetación para disfrutar al máximo de este pequeño rincón del paraíso aún desconocido para la mayoría de los viajeros.

Una laguna profunda de aguas cristalinas rodea las dos islas que forman Huahine, mientras que las magníficas playas de arena blanca añaden un toque especial. Huahine, relativamente preservada del mundo moderno, ofrece un ritmo de vida más tranquilo, como en la antigua Polinesia.

Con sólo ocho pueblecitos en todo el territorio, los escasos habitantes reciben a los visitantes con los brazos abiertos. No es sorprendente que el suelo fértil de la isla proporcione a los campesinos locales una cosecha abundante de vainilla, melones y plátanos. También conocida como la “Isla secreta”, la “Isla auténtica” y la “Isla remota”, numerosos adjetivos llenos de encanto evocan Huahine y que indican su naturaleza salvaje y atractiva. Y con razón: la isla es un verdadero cóctel de paisajes y ambientes polinesios. Bellezas naturales, encuentros intensos con la población, infinitas posibilidades de descanso o de actividades. Huahine es una isla que se vive, una isla que se siente. En este pequeño pedazo de tierra elegido por el célebre cantante y pintor Bobby Holcomb, la alegría, la sensualidad y la sonrisa están siempre presentes.

EL BUCEO EN HUAHINE

El mundo submarino que presentan los fondos de Huahine es realmente salvaje y prácticamente intacto. Un verdadero paraíso para los pocos buceadores que descubren este lugar. Los puntos de inmersión se ubican en el lado más protegido de la isla, donde las condiciones del mar son generalmente tranquilas. La mayoría de los sitios de buceo se encuentran en el exterior de la línea del arrecife o en el canal (paso Avapeihi). La vida marina incluye tiburones grises de arrecife, barracudas, bancos de jureles, atunes dientes de perro, bancos de rayas águila, napoleones, morenas y un gran catálogo de peces tropicales de arrecife.

LA ISLA DE RAIATEA

Con una superficie total de 238 km², es la segunda isla más grande del archipiélago, después de Tahití. Es la capital administrativa de las Islas de Sotavento y se encuentra a 30 minutos de vuelo desde Tahití. Un arrecife coralino rodea las islas de Raiatea y Taha’a que comparten la misma laguna. La altitud máxima es de 1.017 m. en el monte Tefatoaiti.

Los paisajes de su cordillera, que atraviesa la isla de norte a sur, con sus numerosas cascadas, su profunda y estrecha bahía de Faaroa y sus fértiles valles, seducen tanto como los encantos de su laguna con múltiples motu.

El mercado de Uturoa, centro económico y puerto de escala está lleno de productos cultivados y recolectados, especialmente los miércoles o viernes, días de mercado.

El corazón de Las Islas de Sociedad tiene su origen en un lugar especial de Raiatea: el marae sagrado de Taputapuatea. La expansión de los polinesios a través del Pacífico comenzó en Raiatea a partir de este lugar preciso. Tras realizar ofrendas en unas ceremonias y celebraciones sagradas, las piraguas con los navegantes se aventuraron al norte hacia Hawai y al oeste hacia Nueva Zelanda. Raiatea, que significa “Paraíso lejano” y “Cielo de luz suave”, primero fue bautizada como Havai’i y es considerada la patria de los antiguos polinesios. Es la isla más sagrada de la zona y sus montañas cubiertas de vegetación culminan en el célebre pico de Temehani rodeado de nubes.

Primero llamada Hava’i, Raiatea es conocida como la cuna de los dioses y cuenta con tesoros arqueológicos (marae, petroglifos, etc.) y abundantes vestigios culturales e históricos. Primera isla polinesia en ser poblada, Raiatea alberga el espectacular y primer marae del Triángulo Polinesio, Taputapuatea. Allí es donde se celebraban ceremonias de investidura, alianzas políticas y reuniones internacionales. Era asimismo un lugar considerado tabú y era la sede del poder religioso y político de todo el Triángulo Polinesio. En la actualidad, las comunidades de Hawai, Nueva Zelanda y de las islas Cook realizan peregrinaciones a este lugar que consideran la cuna de su cultura sagrada.

Raiatea es una increíble reserva natural de gran interés para científicos, ecologistas y amantes de la naturaleza. En el monte Temehani crece una planta cuya flor es única en el mundo, la tiaré ‘apetahi (así como otras treinta plantas endémicas). Convertida en el símbolo de Raiatea, esta flor blanca y delicada en forma de semicírculo se abre únicamente al alba.

En Raiatea también se encuentra el único río navegable de la Polinesia Francesa. Se puede realizar una excursión original en piragua en el espeso bosque tropical de purau, bambúes y māpē (Inocarpus fagiferus). Una leyenda cuenta que el río fue el punto de partida de las migraciones polinesias hacia Hawái y Nueva Zelanda.

LA ISLA DE TAHA’A

Está situada a 5 km al oeste de Raiatea. Mucho más pequeña que ésta, se encuentra rodeada por la misma barrera de arrecifes, compartiendo la misma laguna. La isla de Taha’a, según la leyenda, fue separada de Raiatea por una anguila sagrada poseída por el espíritu de una princesa. La superficie total es de 88 km², y la altitud máxima es de 590 m en el monte Ohiri. El tiempo parece haberse detenido en Taha’a, una isla secreta y salvaje. Al pasear por sus senderos, podremos descubrir una vegetación totalmente preservada.

Esta isla de suaves formas montañosas y costas irregulares ha sido apodada «La isla de la vainilla», por las numerosas plantaciones que allí se establecen. Marcada por tres valles espectaculares que le dan un corte en forma de trébol, la isla se presenta como una suntuosa montaña que culmina en el monte Ohiri a casi 590 m. escondida bajo cocoteros y árboles llenos de flores. Un camino de casi 70 km rodea su planicie costera. Ocho bellos y tranquilos pueblos se encuentran a lo largo del camino, incluido Patio, el principal. Su laguna, con tonalidades zafiro y esmeralda, un paraíso para el buceo, el snorkel y la navegación, se comunica con el océano a través de dos amplios pasos donde juegan los delfines azules.

La vida se ralentiza en la isla Taha’a. Este lugar apacible te permitirá vivir al tranquilo ritmo de vida tradicional de los tahitianos. La sencilla belleza de esta isla en forma de flor se debe a sus suaves montañas, rodeada por minúsculos motu con playas de arena blanca brillante. El aire cargado de vainilla sopla en una brisa que desciende de las laderas con numerosos cultivos de esta especia. Los suaves aromas se extienden por el océano anunciando la presencia de la isla mucho antes de que surja en el horizonte. Descubrir los secretos de la vainilla en su entorno natural aún nos permite apreciarla más. El sabor de la vanilla tahitensis, una especie única y muy valiosa, tiene el sabor del paraíso. Para cultivarla, se requiere un saber hacer que se adquiere con el tiempo y mucha experiencia. Como unos alquimistas sumamente pacientes, los especialistas manipulan la vainilla durante largos meses antes de ver el milagro producirse.

EL BUCEO EN RAIATEA Y TAHA’A

Varios puntos de buceo se encuentran en la isla de Raiatea. Las distancias son tan cortas con Taha’a, y las dos islas se encuentran en la misma laguna, que desde el centro de buceo de Raiatea también bucearemos en Taha’a. Hay más de 20 sitios de buceo diferentes en Raiatea-Taha’a accesibles a todos los niveles. Ambas islas nos ofrecen puntos de buceo diversos y excepcionales con encuentros mágicos con todo tipo de vida marina. El intacto lagoon nos depara una amplia variedad de inmersiones: de arrecife, cuevas, a la deriva, pecios, paredes, etc.

_________________________________________________

EL ARCHIPIÉLAGO DE TUAMOTU

El archipiélago de Tuamotu, situado a unos 300 kms. al noreste de Tahití, está compuesto por 76 atolones de los cuales apenas la mitad están habitados. Estas islas bajas son antiguos cráteres que han desaparecido por efecto de la erosión y cuyos bordes, colonizados por corales, no son más que afloramientos de arena blanca sembrados de conchas y plantados de cocoteros que los polinesios denominan motu.

El clima en las Tuamotu es diferente al de las islas altas de Tahití y las islas de Sotavento. La estación cálida y húmeda, de diciembre a febrero, aquí es mucho más templada con vientos alisios refrescantes y precipitaciones escasas (generalmente de noche) lo que provoca dificultades para el suministro de agua dulce. La temperatura del aire varía desde los 26° de julio a los 29° de febrero.

El paisaje es completamente diferente, lejos del bullicio de la ciudad. La vida en los atolones es sencilla y muy tranquila. La actividad de los autóctonos, los paumotus, se limita a la copra (pulpa seca del coco), la pesca y, en los últimos años, al cultivo del nácar (Pinctada margaritifera). Este nácar, injertado, dará la famosa perla negra, endémica de las Tuamotu. Las lagunas interiores son lugares protegidos, ideales para establecer granjas de perlas y piscifactorías.

Cada atolón ofrece paisajes de belleza salvaje. Vistos desde el cielo parecen anillos blancos que contrastan sobre el azul índigo del océano Pacífico. Los motus están cubiertos de cocoteros intercalados con hermosas playas y están separados entre sí por pequeños canales u hoa y por los passes (pasos), mucho más grandes y donde se encuentra una increíble fauna submarina. Las lagunas varían el color de sus aguas desde el verde jade al azul turquesa e, incluso, violeta.

EL BUCEO EN EL ARCHIPIÉLAGO DE LAS TUAMOTU

Posiblemente en los fondos del archipiélago de las Tuamotu se esconda uno de los mejores lugares de buceo de todo el planeta y, sin duda, constituye la joya de todo el Pacífico: atolones coralíneos intactos, aguas con excelente visibilidad y una diversidad marina asombrosa. Son famosas sus inmersiones en los canales entre atolones que nos ofrecerán encuentros inolvidables: cientos de tiburones grises, puntas blancas, puntas negras, puntas plateadas, nodrizas, mantas y un sinfín de vida de arrecife.

EL ATOLÓN DE RANGIROA

El atolón de Rangiroa, “el Cielo Infinito” en lengua polinesia, hace sin duda honor a su sugerente nombre: Rangi, el dios del cielo, copulaba con Papa, la diosa de la tierra …… y se hizo la vida.

Un lugar que simplemente escapa a la imaginación del hombre. Aquí, la tierra y el mar han declarado una tregua inesperada y te llevan a ese punto en donde no te encuentras, en que vagas dentro de una suspensión salina y caliente formando parte del agua azul. Cielo y agua, a cual más cautivador, se incendian como oro colado. El sol penetra en las olas casi de una manera carnal, tatuándolas con sus colores como en un cuadro de Gauguin y creando un tiempo distinto, inmaterial, una tregua inesperada. Cuenta la ancestral leyenda polinesia que esos dos espacios fueron creados por dos hermanos gemelos: Moana Uri (el océano salvaje y furioso) y Moana Tea (el océano apacible).

Rangiroa forma una franja circular de 200 a 300 metros de ancho. Por un lado, está la laguna y sus aguas turquesas y, por el otro lado, el océano azul profundo, creando un paisaje increíblemente vasto.

Las coloridas aguas de Rangiroa y su excepcional entorno de coral son verdaderos tesoros que ofrecen una abundante variedad de vida marina.

Rangiroa es una de las 78 islas que conforman las Tuamotu, a 340 km. al noreste de Tahití, y uno de los cinco archipiélagos en que está dividida la Polinesia Francesa, junto a las Islas de la Sociedad, Islas Marquesas, Gambier y Australes. Se trata del segundo atolón del planeta, después del de Kwajalein en las Islas Marshalls, y podría contener en su interior toda la isla de Tahití.

Posee 1.640 km2 de superficie marina y una laguna de 78 km. de largo de este a oeste y de 25 km. de norte a sur que está formada por 240 islotes o motus (en la lengua local) en forma de anillo. Las islas volcánicas de las Tuamotu no tienen montañas, ya que son las más antiguas y se han hundido en el océano.

EL BUCEO EN EL ATOLÓN DE RANGIROA

El lagoon de Rangiroa se llena y vacía a través de los canales de Tiputa y Avatoru que nos reservan inmersiones fascinantes, especialmente con corriente entrante. Existe una masiva biodiversidad marina fruto de las materias nutritivas que proporciona la corriente y que atraen a los grandes pelágicos del Pacífico Sur: enormes mantas, rayas leopardo, tiburones martillo, puntas blancas, delfines tursiop.

Rangiroa es un acuario natural que Jacques Cousteau definió como el lugar más hermoso y rico del mundo.

El buceo se desarrolla y concentra en el entorno de los dos grandes passe o canales del atolón: Tiputa y Avatoru. La emoción y la adrenalina están garantizados.

El operador del buceo es el prestigioso centro «Top Dive», con una larga tradición en Polinesia y con diversos centros en cada uno de los mejores lugares de buceo del archipiélago. Sus instalaciones se encuentran en el hotel Kia Ora.

EL ATOLÓN DE FAKARAVA: UN EDÉN SUBMARINO EN UNA RESERVA DE LA BIOSFERA

Fakarava (literalmente, “volver bello” o “magnificar”) es un atolón constituido por una barrera de coral inmensa con forma de anillo que encierra una laguna de 60 km de largo por 25 km de ancho. Está situado a 450 km al nordeste de Tahití y se abre al océano por dos canales: El canal norte llamado Garuae es el más grande de Polinesia, con 1.600 m. de ancho. El canal sur, llamado «Tumakohua» tiene 200 m de ancho.

En 2006, Fakarava, junto a sus atolones satélites (Taiaro, Aratika, Kauehi, Niau, Raraka y Toau) fueron designados Reserva de la Biosfera por la UNESCO por la riqueza de su fauna y flora tanto acuática como terrestre. Las inmersiones en las islas de Toau y Kauehi y los pasos norte y sur de Fakarava (Garuae y Tumakohua) están consideradas como de las mejores de todo el Pacífico sur.

Fakarava, santuario de la fauna preservada y cuyo nombre significa “hacer bello”, es uno de esos atolones imprescindibles para visitar. Con sus kilómetros de motus con playas tan desérticas como paradisíacas y un lagoon de más de 1.000 km2, el atolón posee un patrimonio arqueológico y arquitectónico que muestra las diferentes etapas de su pasado. En el pueblo de Tetamanu subsiste una de las primeras iglesias católicas construidas en Polinesia, datando de 1874. Antiguos y legendarios restos arqueológicos en coral siguen siendo visibles en algunos motu, alimentando el espíritu ancestral del lugar.

Tanto la flora como la fauna acuática y terrestre de Fakarava posee especies endémicas y protegidas. Por ello fue declarada Reserva de la Biosfera por la Unesco, siendo uno de los objetivos conciliar la preservación de los recursos naturales y el desarrollo humano (investigación, vigilancia, formación y educación) para mantener este ecosistema único en el mundo.

El “Azul De Matisse” encontró aquí su inspiración. El célebre pintor Henri Matisse (1869-1954) afirmaba que el color era “una liberación”. En 1930, el artista se alojó tres meses en Tahití, llevando su exploración hasta Fakarava, donde quedó irremediablemente fascinado por las variaciones de tonos azules de la laguna. El descubrimiento fue tan fuerte, que liberó un nuevo empuje creativo en Matisse: Fakarava ofrece una terapia visual para el alma.

EL BUCEO EN FAKARAVA

Auténtico edén submarino, Fakarava ofrece inmersiones de una gran riqueza tanto por la calidad de los corales como por las numerosas especies de peces que podemos encontrar.

Los dos pasos, Garue en el norte (el más grande de toda Polinesia) y Tumakohua en el sur, son los lugares clave para el buceo y están considerados como de los mejores de todo el Pacífico Sur. Alrededor de estos canales se encuentran repartidos 20 increíbles puntos de buceo.

EL ATOLÓN DE MANIHI

A unos 175 km. al norte de Rangiroa, el atolón de Manihi se ubica en las islas del rey Jorge, en el archipiélago de Tuamotu. Junto con los atolones de Ahe, Teavaroa y Takapoto, conforman un grupo atolónico al norte del archipiélago.

Manihi evoca sueños de evasión. Es como se uno hubiese cambiado de dimensión y llegase a una fantasía tropical. Lejos del mundo moderno, el espíritu del maná vive alrededor de la laguna de aguas cristalinas donde nació la primera granja de perlas de Polinesia. Fue en 1968 donde se estableció esta primera granja, allanando el camino para las otras islas del archipiélago de Tuamotu. Eso hizo de Manihi uno de los principales centros de perlas negras en el Pacífico Sur. Muchas grandes firmas de este negocio han optado por establecerse en la excepcional laguna de la isla y ahora está salpicada de granjas de producción familiares e industriales a gran escala. El cultivo de perlas se ha generalizado y refinado hasta producir verdaderas joyas. Los viajeros pueden visitar desde granjas familiares hasta granjas industriales más grandes: una experiencia única que permite apreciar el enorme trabajo realizado para obtener este tesoro.

El atolón también ofrece una amplia gama de actividades: picnic en motu salvaje, pesca con línea de mano, pesca de altura, recorrido por la isla en bote, snorkeling por el paso Tairapa, alquiler paseos en barco y paseos en kayak. También podemos descubrir los antiguos sitios de marae que aún son visibles en los extremos norte y sur del atolón. Turipaoa, es la principal localidad del atolón. Es un pueblo florido y lleno de color que ofrece el ambiente apacible de las Tuamotu, entre las actividades de trenzado de las mujeres y los chapoteos de los niños al borde de la laguna.

La mayoría de las casas muestran los signos de una actividad dedicada por entero a la perlicultura: recolectores, cuerdas, flotadores, nácar colgado …

EL BUCEO EN MANIHI

Manihi es una montaña submarina en medio del mar cuya cima roza la superficie. Las paredes que se sumergen en sus lados tienen una gran verticalidad pero el buceo es accesible para todos los buceadores. Existe una gran visibilidad y múltiples especies se reúnen alrededor del paso de Tairapa en una explosión de vida.

En efecto, el principal atractivo de este atolón radica en la suntuosidad de su laguna con tintes mágicos, y la excepcional calidad de su fauna y su fondo marino de renombre mundial, en particular por el espectáculo de reproducción del mero y el mero mármol (Epinephelus polyphekadion).

Este atolón de tamaño mediano tiene un único paso, Tairapa Pass, en el suroeste, alrededor del cual se encuentran los puntos de buceo. El buceo sigue el mismo patrón que en Rangiroa y Fakarava. El paso canaliza constantemente los nutrientes hacia adentro y hacia afuera con las mareas, atrayendo todas las formas de vida marina hacia arriba y abajo en la cadena alimentaria. La mayoría de las inmersiones son a la deriva con corriente entrante a través del paso, pero el arrecife exterior también cuenta con algunos sitios excelentes que no debemos perdernos.

EL ATOLÓN DE TIKEHAU

Tikehau, en el archipiélago de Tuamotu, es un atolón casi circular, a modo de piscina natural, con una laguna de 26 km. en forma de corona que se parece a una inmensa piscina natural. Con una superficie de 20 km² se trata de un pequeño paraíso situado a 300 km. de Tahití y a 10 km. escasos de Rangiroa. En estas aguas, que cuentan con una gran abundancia de especies marinas, las variedades más sorprendentes se han dado cita para asombrar a los submarinistas. En los aires, se puede observar colonias de aves con nombres magníficos: piqueros patirrojos, charranes piquigualdos, gaviotines de San Ambrosio o fragatas ariel.

El nombre Tikehau significa “Aterrizaje para la paz”. Fue descubierto por el ruso Otto von Kotzebue en 1816, que lo llamó Krusenstern, en honor al primer explorador ruso del Pacífico.

Los días pasan apacibles en Tikehau. Desde el cielo, este hermoso atolón, a 55 minutos en avión de la agitación de Papeete, en la isla de Tahití, parece una corona de playas de arena blanca y rosa que resplandecen alrededor de una laguna demasiado hermosa para ser verdad. Tan sólo unas 500 personas residen en este lugar apacible, pescadores cuya vida gira alrededor del mar desde generaciones. Y es una vida hecha de paz y abundancia.

En el único pueblo del atolón, Tūherahera, con una población de 409 habitantes, se vive una existencia apacible al ritmo de la pesca, la copra y los oficios religiosos. Una oportunidad única de impregnarse del ambiente indolente típico de un atolón de las Tuamotu. Se encuentra en el sur, en el motu más grande, de 900 m. Está complementado por otros dos pueblos. Uno de ellos es el encantador pueblecito de Tuheiava, importante centro de pesca. Encontramos también en Tikehau un motu llamado “Islote de los Pájaros”, refugio de colonias de aves.

Este atolón ovalado, formado por una serie de motus (islotes) con playas de arena fina rosada o blanca, es una verdadera piscina que se abre sobre un pequeño canal llamado Tuheiava por el que pasan al lagoon las pequeñas embarcaciones. Una gran experiencia es explorar las magníficas playas desiertas del atolón y los impresionantes vestigios coralinos que reposan en la playa de la costa sur, formando una verdadera muralla natural. La leyenda de la campana de Hina, asociada a estos lugares, nos hará viajar en el tiempo. En los motu, unas playas de arena rosada, maravillas de la naturaleza, nos tienden los brazos.

EL BUCEO EN TIKEHAU

Tikehau es un excepcional espectáculo marino en un mundo de transparencia preservado donde viven millones de peces en sus fondos. Su concentración es tal en Tikehau que el equipo de investigación del comandante Jacques-Yves Cousteau calificó el atolón durante una de sus expediciones como “el que más peces tiene en el archipiélago de las Tuamotu” y “el atolón más rico de la faz de la tierra”. El único paso del atolón, Tuheiava, es tan abundante en especies marinas que se dice que tapan la luz a su paso: rayas águila, bancos de barracudas y de atunes, tiburones grises, de puntas negras, napoleones, tortugas marinas y delfines. Y, a lo largo de la pendiente del arrecife exterior, multitud de majestuosas mantarrayas nos proporcionarán momentos privilegiados e inolvidables de buceo.

___________________________________________________________

LAS ISLAS MARQUESAS

Las Marquesas están situadas a 1.500 km. al noreste de Tahití y a 500 km. del archipiélago de Tuamotu, en el centro del océano Pacífico. Se trata del archipiélago más remoto de cualquier continente. Agrupan 12 islas, de las cuales sólo seis están habitadas. Es el único archipiélago de Polinesia que no posee arrecifes o lagoons.

Los rayos dorados del sol se filtran a través de las nubes colgadas sobre los picos afilados de las montañas, dibujando unos juegos de luces y unos ambientes surrealistas. Unas islas verdes y vertiginosas surgen del Océano Pacífico, tierras de historia y de leyendas tan fascinantes como inolvidables. Magia de paisajes y de ambientes del archipiélago de la “Tierra de los Hombres”: las Marquesas.

Las islas son altas y sin barrera de arrecifes. Los habitantes se concentran en valles profundos y la densidad de población es muy baja. Éstos viven de la cosecha de copra (pulpa seca del coco), la pesca, la artesanía (especialmente, las tallas), la agricultura y el empleo público local.

Habitadas en su origen por maoríes que llegaron desde las islas del sudeste asiático hace más de dos mil años, las islas Marquesas fueron el origen de las migraciones hacia las islas de Hawai y la isla de Pascua. Descubiertas por el navegante español Álvaro de Mendaña hace más de cuatrocientos años, luego fueron olvidadas durante dos siglos. Las Marquesas se convirtieron en un protectorado francés tras un viaje del francés Etienne Marchand quien descubrió las islas del norte (Nuku Hiva, Ua Pou y Ua Huka). Diezmada por las enfermedades traídas por los marineros europeos, la civilización de las Marquesas casi desapareció a principios de siglo y los que sobrevivieron intentan ahora redescubrir la riqueza de su cultura. Conectadas después de la Segunda Guerra Mundial a la Polinesia Francesa, las islas experimentan un desarrollo económico muy limitado.

EL ESPECTÁCULO DE LA NATURALEZA Y DE LA CULTURA

Las costas recortadas por abruptos acantilados presentan una mezcla de playas de arena negra y bahías apacibles. En los bosques frondosos donde se conservan miles de vestigios preeuropeos, se pueden encontrar caballos salvajes, cabras y jabalíes.

La naturaleza se ofrece en estado salvaje y su encanto es muy poderoso. Desde el valle de Taipivai a la bahía de Hatiheu, podemos descubrir unas maravillas culturales y naturales únicas, incluidas las cataratas de Vaio de 350 m., las mayores del Pacífico. Los habitantes de las Marquesas son considerados los mejores artistas de las islas de Polinesia. Su arte se expresa a través de magníficas esculturas, tatuajes auténticos y joyas sorprendentes.

LA ISLA DE NUKU HIVA

En la “Gran Casa” o “Casa Grande” de los dioses que simboliza el archipiélago de las Marquesas, la mayor de las islas, Nuku Hiva, forma el armazón. Un armazón vertiginoso hecho de picos basálticos y pendientes alucinantes que se combinan con el azul del Pacífico. Este universo especial abre sus puertas al viajero. El punto de partida de la aventura tiene lugar en Taiohae, capital administrativa del archipiélago, que se abre al fondo de la gran bahía del mismo nombre. La continuación está formada por diversos encuentros: unos paisajes magníficos, un patrimonio arqueológico increíble, unas historias igual de fantásticas y una cultura defendida con orgullo por una población acogedora. Tiene una cadena montañosa dominada por el monte Tekao que culmina a 1.224 m. sobre el nivel del mar, bordeando, al oeste, la tierra desértica sobre la que se construyó el aeropuerto.

El centro está formado por la meseta de Toovii, cuya altitud de 800 m. y su extensión la convierten en la gran región agrícola dedicada a pastos, campos y bosques. Las costas muy recortadas en bahías, cabos, puntas rocosas y acantilados acogen los pueblos al fondo de las bahías. Capital administrativa y arzobispado, Taiohae, dominada por la imponente silueta del monte Muake (864 m.), se resguarda en un puerto custodiado por dos islotes rocosos, los Centinelas de Oriente y Occidente.

Los sitios de interés están hacia el este del pueblo: el “paepae” Piki Vehine o Temehea, adornado con varios tiki gigantes hechos recientemente para un festival de las Marquesas, y la catedral de Notre-Dame de las Marquesas construida con las piedras de diferente color y estructura de las seis islas Marquesas.

También se pueden admirar las preciosas esculturas de madera en el interior, una representación del arte religioso de las Marquesas. En la otra parte del pueblo, la estela dedicada al novelista aventurero Herman Melville es una obra escultórica en madera realizada por un artista local.

Tras las huellas de Melville en el valle de Taipivai

Es la historia de un marinero que quería huir del barco en el que ya no aguantaba más. Desembarcó a escondidas en una isla por entonces casi impenetrable. Vagó sin rumbo y fue acogido durante varias semanas por el clan de los Taipi. Temía que fueran caníbales, pero no sólo le trataron bien, sino que además descubrió lo que ningún occidental había podido conocer: una sociedad diferente, preservada. Eso ocurrió en 1842. En la actualidad, en este valle se puede ir en busca de las huellas del joven Herman Melville, el autor de Moby Dick. El tiempo parece haberse detenido con centenares de tiki, petroglifos y yacimientos antiguos que crean un ambiente tan especial que el autor reconocería todavía hoy.

LA ISLA DE HIVA OA

Según la leyenda de la creación de las islas de las Marquesas, Hiva Oa es la viga maestra de la “Gran casa” de los dioses. En la actualidad, también es conocida como el “Jardín de las Marquesas” debido a sus tierras fértiles y exuberantes. Hiva Oa es la más grande de las islas del sur y siempre ha sido el rival de Nuku Hiva, que ahora es la capital administrativa de las Marquesas. Sin embargo, Hiva Oa todavía tiene una preeminencia dentro del grupo del sur.

Hiva Oa tiene la forma de un caballito de mar y tiene una cadena montañosa que corre de suroeste a noreste cuyos picos principales, el monte Temetiu y el monte Fe’ani forman una verdadera muralla alrededor de Atuona. Como consecuencia, el acceso entre los diferentes valles es bastante difícil pero el paisaje es impresionante.

La isla alberga una naturaleza salvaje que se extiende hasta el infinito: verde, invasora, luminosa. Las carreteras son escasas, las casas también. El relieve torturado de la isla combina crestas agudas, picos y valles salpicados de yacimientos arqueológicos donde se encuentran, entre otros los mayores tiki de la Polinesia Francesa. Hiva Oa está bordeada de playas de arena negra y acantilados abruptos que se sumergen en las aguas del Pacífico.

El principal pueblo de la isla, Atuona, se encuentra al fondo de la bahía de Taaoa, dominada por las más altas montañas de la isla, el monte Temetiu (1.276 m.) y el monte Fe’ani (1.026 m.). Este es el lugar donde dos célebres artistas eligieron instalarse y pasar los últimos años de su vida: el pintor Paul Gauguin, y el cantante, poeta y actor Jacques Brel. Los sepulcros de estos personajes ilustres, lugares de gran peregrinaje, se encuentran al costado del cementerio del Calvario. En el pueblo, el Museo Gauguin exhibe elementos relacionados con la estancia del pintor y tiene copias de sus obras. La famosa «Casa del Placer» donde vivía Gauguin ha sido reconstruida cerca del museo. En las afueras de Atuona, en dirección al aeropuerto, en un sitio que domina la bahía de Tahauku y el islote Hanakee, se ha erigido un monumento al cantante Jacques Brel. Cerca de la pista de aterrizaje, se exhibe el pequeño avión Beechcraft Bonanza de Brel, bautizado «Jojo». Además, muy cerca de Tahauku, una pista conduce a Tehueko, un sitio de petroglifos.

El recuerdo de Gauguin y Brel

Paul Gauguin en 1901 y Jacques Brel en 1975 acudieron a Hiva Oa en busca de algo que se asemejaba a la paz interior. No sabemos si la encontraron pero por la mañana, a la hora en la que sale el sol, la luz que se posa sobre la isla tiene una pureza que conmueve y perfuma el espacio con algo que se asemeja a la eternidad. Una sensación inexplicable que todos los viajeros experimentan aquí. Seguir las huellas de Gauguin y Brel es ante todo recogerse ante sus tumbas en el cementerio del Calvario, donde reposan ambos frente a la bahía de Taaoa y bajo los perfumes de los frangipanis. Se puede visitar la reconstitución de la célebre “Casa del Placer” de Gauguin, el pequeño museo a él dedicado y su casa. Mientras vivió en las Marquesas, el pintor realizó algunas de sus obras más destacadas, inspirándose en la vida cotidiana, pero también en las leyendas o de antiguas tradiciones religiosas para representar escenas imaginarias.

La isla de los tiki

También merece la pena visitar la isla de Hiva Oa por sus diferentes yacimientos arqueológicos, como el del me’ae en Puama’u, que alberga el mayor tiki de Polinesia. “Takaii” (2,43 m.) es una singular estatua sonriente, oculta en medio de la vegetación exuberante. Numerosos petroglifos, como por ejemplo un espejo de viaje para una jefa local hecho de piedra pulida, se encuentran en los alrededores. En Taaoa se extiende un inmenso lugar de culto con plataformas líticas y unos tiki que se funden con la naturaleza intacta y primitiva formada por banianos gigantes, árboles del pan, cocoteros y papayos.

LA ISLA DE UA HUKA

Ua Huka es una de las islas más pequeñas de las Marquesas. Ua Huka simboliza “La reserva de alimento” de la casa de los dioses y presenta unos paisajes todavía más salvajes que sus vecinas, pero sobre todo muy áridos. En esta tierra de tonos desérticos, los caballos salvajes galopan hasta el infinito y las cabras ascienden incansables hasta las mesetas de la isla. Apacible y mística, Ua Huka invita al viajero a descubrir un universo preservado donde las huellas de los ancestros no son sólo son parte del pasado, sino testimonios presentes en la vida cotidiana de la población.

Estas vastas extensiones verdes son el hogar de cabras y unos 1.500 caballos salvajes que se pueden encontrar en la única carretera de la isla, a cierta distancia de la reserva botánica. Un verdadero paraíso de plantas tropicales, este jardín excepcional completa el arboreto que reúne a más de trescientas especies de árboles de todo el mundo, incluida la colección más importante de cítricos. La población vive principalmente de la cría de caballos en la sierra ya que hay más caballos en la isla que habitantes. La pesca y el cultivo de coco son las otras dos actividades principales. Los habitantes de la isla viven alrededor de Vaipaee, la capital que tiene un museo de arqueología ubicado en el ayuntamiento.

Un pequeño aeropuerto conecta Ua Huka con el resto del mundo y con el Aranui 3, que hace escala aquí cada tres semanas. La gran riqueza turística de la isla proviene de la restauración de los numerosos yacimientos arqueológicos presentes. La preservación del patrimonio cultural y la protección del medio ambiente son muy importantes para la población local. Se puede explorar el sitio de Meiaute con sus tiki de piedra roja, la gruta Pas, la isla de los pájaros o los petroglifos en la meseta de Vaikiki.

LA ISLA DE TAHUATA

En la construcción legendaria de la “Casa de los dioses”, Tahuata simboliza la “Aurora” o el “Hogar que ilumina”: una imagen poética que expresa muy bien la realidad. es la isla más pequeña del archipiélago de las Marquesas y se encuentra al sur de Hiva Oa, a una hora en barca y sólo se puede acceder por mar. Con sus 50 km² y sus 637 habitantes, esta pequeña isla tiene un relieve muy accidentado que dificulta especialmente las comunicaciones terrestres entre los cinco valles que componen la isla. Sin embargo, es la única isla del archipiélago que está bordeada por arrecifes de coral, lo que le ha valido hermosas playas de arena blanca y agua azul turquesa.

El pueblo principal de Vaitahu ofrece varios edificios conmemorativos que dan testimonio del pasado a veces trágico de la isla. Se pueden ver las tres estelas erigidas con motivo de la llegada de los españoles en 1595, el recuerdo de las víctimas de los enfrentamientos entre los habitantes de la isla y soldados franceses en 1838 y la toma del archipiélago por el almirante Dupetit-Thouars en 1842. Otros monumentos como la iglesia católica con sus muros de guijarros con una magnífica vidriera en su coro, el cementerio de los marineros franceses o el fuerte francés también pueden descubrirse en una estancia en la isla. También se puede visitar el pueblo de Hapatoni con su callejón pavimentado real y su entorno encantador, el pequeño museo de arte e historia de Vaitahu, la magnífica playa de Hanamoenoa o los petroglifos de Hanatefau.

Tahuata ha sabido mantener su carácter salvaje y el ritmo tranquilo de las actividades tradicionales. También es un lugar para los amantes de las langostas, conocidas por ser deliciosas. “Es una de las raras ocasiones en que tuve el deseo de poseer tierras”, escribió el navegante Alain Gerbault, seducido por la arena blanca y la vegetación verde que recubre las bahías gemelas de Iva Iva Nui e Iva Iva Iti.

Tahuata tiene el encanto de los descubrimientos y se ofrece al visitante como un privilegio. Desde sus fértiles valles a sus bahías de aguas cristalinas, Tahuata es un oasis de serenidad, un concentrado de historia y creatividad. La mayoría de sus habitantes vive de una artesanía de gran calidad, en especial la escultura sobre hueso de caballo, falsa madera de rosa, hueso de caballo o miro (Thespesia populnea). El monoi se realiza siguiendo las tradiciones y los secretos bien guardados. Es una invitación a un perfume tan embriagador, bautizado por los isleños como “filtro de amor”.

LA ISLA DE FATU HIVA

Fatu Hiva, también llamada Fatuiva, es la isla más al sur de las Marquesas pero también la más aislada, lo que le da una autenticidad que no se ve en ningún otro lugar. Fatu Hiva simboliza el “Tejado de la casa de los dioses”. Este paraíso verdaderamente salvaje de extraordinaria belleza se caracteriza por relieves vertiginosos y exuberante vegetación. Se trata de una isla pequeña pero magnífica. Al llegar por mar, el viajero es recibido por los abruptos paisajes y la naturaleza exuberante. Fatu Hiva hechiza a los visitantes. En 1937, Thor Heyerdahl y su mujer, que buscaban realizar una vuelta a la naturaleza, desembarcaron en la isla para vivir como en el comienzo de los tiempos. Hoy, pocas cosas han cambiado … Los habitantes están concentrados alrededor del pueblo de Omoa, donde fabrican el tapa tradicional a base de corteza y por el que son especialmente reputados. Más lejos, Hanavave está protegida en la fabulosa bahía de las Vírgenes, probablemente una de las más bellas del mundo, sobre todo cuando la luz crepuscular abrasa los picos rocosos, transformando el paisaje en un decorado sobrenatural e inolvidable. También hay que admirar el petroglifo gigante, un pez enorme tallado en una roca.

La isla consta de solo dos pueblos, ubicados en el hueco de dos calderas formadas por los dos volcanes de la isla: Hanavave con columnas de basalto y Omoa la capital dominada al suroeste por un afloramiento rocoso de perfil moai de la isla de Pascua.

Fatu Hiva es también la isla de la tapa, la transformación de fibras vegetales en tejidos, cuyos diseños a menudo se inspiran en los antiguos tatuajes de las Marquesas. Su elaboración está tradicionalmente reservada a las mujeres. También son los encargados de elaborar umuhei, ramos con cabello aromático a los que se les atribuyen propiedades afrodisíacas.

El monoi de sándalo también se fabrica aquí. También se puede descubrir al primer escultor de coco en Omoa. Hay que aprovechar una estancia en Fatu Hiva para descubrir la gastronomía local probando los famosos plátanos secos y el popoi de uru, el fruto del árbol del pan.

EL BUCEO EN LA ISLA DE NUKU HIVA

Nuku Hiva no suele ser mencionada como un lugar para practicar el buceo y, sin embargo, ofrece inmersiones fantásticas. El buceo en las Marquesas se limita prácticamente a la isla principal, Nuku Hiva. El buceo en esta zona es único, ya que la topografía de las islas es totalmente diferente a la que se encuentra en los otros archipiélagos. Sin contaminación y apenas pesca, las especies casi no han visto las burbujas de un buceador. Con más de cien kilómetros de costa de piedras de basalto batidas por el océano Pacífico, Nuku Hiva es un destino privilegiado para la exploración submarina

Las Marquesas no cuentan con arrecifes de coral ni con tranquilas lagunas de aguas cristalinas. El agua es rica en plancton por lo que se reduce la visibilidad. Podría ser un inconveniente, pero estas condiciones específicas garantizan una fauna espectacular y unos avistamientos regulares y abundantes de criaturas inusuales en un entorno de cuevas espectaculares. Entre ellas, los tiburones martillo y los delfines de cabeza de melón, que no se encuentran en ningún otro lugar de la Polinesia Francesa. Todo tipo de rayas (mantas, águilas y rayas), tiburones de varias especies (sedosos, de puntas blancas), carángidos, atunes, jureles, delfines y peces espada también aparecen cerca de la costa. El aislamiento geográfico ha permitido el desarrollo de esta enorme biodiversidad.

Lo que también distingue al buceo en las Marquesas es la abundancia de cuevas. Los acantilados están agujereados con numerosas cavidades que permiten bucear en cuevas excepcionales. Hay alrededor de 10 puntos de buceo establecidos en la costa sur y oeste de Nuku Hiva. Dado que las aguas de las Marquesas carecen de barreras de arrecifes de protección, los buceadores deben estar preparados para hacer frente a condiciones a veces difíciles (en particular el oleaje) para llegar a los puntos de inmersión. Algunos de ellos requieren un viaje en barco de media hora aproximadamente.

___________________________________________________________

LAS ISLAS AUSTRALES

Descubiertas por los occidentales en el siglo XVIII, las Islas Australes están situadas al sur de Tahití, a 600 km. de la capital. El archipiélago está formado por siete islas, de las cuales cinco están habitadas y sólo cuatro son accesibles en avión. Es una tierra misteriosa y preservada donde la arena blanca contrasta con el azul intenso de las lagunas. Las Australes están fuera de las rutas principales y ofrecen una experiencia única y memorable en la Polinesia Francesa.

Los paisajes son espectaculares, con montañas abruptas, valles y mesetas. Estas islas son conocidas por su actividad agrícola. Numerosos vestigios arqueológicos están presentes en cada isla, prueba de una comunidad preeuropea muy organizada con unas prácticas culturales y religiosas de gran riqueza.

Los acantilados y las cuevas de las Islas Australes son lugares legendarios. Antaño servían de tumbas naturales para los ancianos y en la actualidad desde allí se pueden contemplar los movimientos de las ballenas jorobadas. Presentes parte del año en las aguas frescas de las Australes, las ballenas acuden a dar a luz a estos lugares hospitalarios de julio a octubre de cada año.

Estos paisajes contrastados combinan bien con la gentileza de los habitantes. Los viajeros pueden visitar pueblos pintorescos para descubrir la artesanía de los isleños que viven principalmente de su trabajo. También podemos ver a los pescadores, agricultores y fabricantes de cestas durante su quehacer diario. Es probable que no nos marchemos de estas islas sin un gorro o un cesto trenzado, recuerdo de una mágica estancia en las Islas Australes.

Las Islas Australes ofrecen una rara oportunidad de descubrir la Polinesia bajo una luz diferente.

LA ISLA DE RURUTU

Protegida de la furia del océano por un pequeño arrecife, Rurutu, literalmente «La roca que brota» en polinesio, es la isla más septentrional de las Islas Australes. Se encuentra a 572 km. al suroeste de Tahití. Con una superficie de 32 km², esta isla es única en Polinesia por su estructura geológica.

De hecho, no tiene laguna y está bordeada por acantilados que se hunden en el océano salpicados por una treintena de cuevas de piedra caliza con estalactitas y estalagmitas formadas por la erosión. Se le conoce como la isla troglodita. Las cuevas son uno de los principales atractivos de la isla, siendo las más conocidas las de Anaaeo y Vitaria, siendo la de más difícil acceso la cercana al monte Rairiri.

Hay pocas playas en Rurutu debido a la falta de una laguna. Sin embargo, las pocas playas de arena blanca como las de Naairoa, Avera, Arei son magníficas.

La isla se formó a partir de dos volcanes que crearon un aspecto tan particular de altas montañas rodeadas de acantilados de coral. Esta singularidad de la naturaleza dio nombre a la isla, Rurutu, “La roca que brota”. Las rotas basálticas y un cinturón de piedra caliza crean sorprendentes estalactitas y estalagmitas alrededor de la antigua laguna, en la actualidad un arrecife de coral.

Su clima fresco es propicio para una vegetación exuberante que cubre las rocas de la isla. La carretera sinuosa nos permitirá realizar un circuito poético y grandioso, entre inmensas playas de arena blanca, espléndidas bahías y las diversas plantaciones que perfuman el aire. Café, piña, albahaca salvaje o lichis abundan en estas tierras de gran riqueza.

Rurutu fue descubierta en 1769 por James Cook. En ese momento, la isla tenía probablemente 3.000 habitantes pero las enfermedades, las guerras tribales y las migraciones redujeron su población. En la actualidad, viven principalmente en los tres pueblos de Moerai, Avera y Hauti. El pueblo de Moerai, capital de la localidad, se encuentra en la costa norte de la isla frente al único canal navegable. Allí se encuentra la oficina de correos, la gendarmería, escuelas y una enfermería.

La producción económica de Rurutu consiste en la cestería y, gracias a su tierra fértil, en agricultura intensiva que produce papa, taro, algo de café, vainilla y banano. Las «mamas», señoras sonrientes que trenzan durante todo el día, también sobresalen en la realización de sutiles tocados para la cabeza o grandes tapetes o esteras de «pe’ue», así como en el arte de los «tifafai», mantas acolchadas en colores brillantes y exóticos que requieren mucho dominio y paciencia.

En este entorno preservado, los 2.404 habitantes mantienen sus tradiciones y organizan unos juegos cada año en los que se enfrentan de forma amistosa. En la fiesta del Tere Fa’ati, o vuelta a la isla, participan todos los pueblos de la isla. Los hombres realizan competiciones de fuerza levantando bloques de basalto que llegan a pesar 150 kg. Se trata de una especie de romería donde la población recorre la isla a pie o a caballo y recuerda leyendas ancestrales.

Hogar de las ballenas jorobadas, Rurutu permite la observación de estos fascinantes mamíferos que vienen, de julio a octubre, a reproducirse en las claras y frescas aguas que rodean la isla.

Los amantes del buceo no dejarán de apreciar estos mágicos momentos, simplemente equipados con aletas, máscara y snorkel para contemplar a las madres y sus crías evolucionando bajo el agua y asistir al canto de los machos que vienen a atraer los favores de las hembras: una ópera submarina que la persona privilegiada nunca olvidará …

Condiciones de pago

El 40 % en el momento de hacer la reserva. El resto, hasta 60 días antes de la salida.

Los pagos pueden efectuarse on line, mediante pago seguro, directamente en nuestra agencia o por transferencia.

OBSERVACIONES A TENER EN CUENTA

**En todos nuestros precios indicamos el coste de las tasas y carburantes que, en el momento de hacer las tarifas, nos comunican las compañas aéreas.

**El itinerario está sujeto a alteraciones dependiendo de los cambios que puedan realizar las aerolíneas en sus horarios y días de alteración de vuelos.

REQUISITOS PARA VIAJAR Y BUCEAR EN LA POLINESIA FRANCESA

No se exige ningún tipo de vacuna obligatoria para viajar a Polinesia Francesa.
Los ciudadanos españoles no necesitan obtener visado para viajar a Polinesia Francesa.
Se requiere pasaporte en vigor, con una validez mínima de 6 meses.
Carnet o titulación de cualquier organización reconocida internacionalmente (PADI, ACUC, SSI, FEDAS/CMAS, NAUI).
Carnet o titulación de especialidades (sobre todo, Nitrox).
Es recomendable llevar el Logbook o cuaderno de buceo en el que figuren al número de inmersiones realizadas y la fecha de última inmersión.

Todo el año

Solicita información| Te ayudaremos a responder cualquier duda que tengas acerca de tu viaje

Rutas relacionadas